Un espacio para trabajar


¡Ya estamos instalados!   

Partimos de un espacio vacío y había que hacer de él un espacio para cumplir una función, un estudio de Arquitectura. Teníamos muchos conceptos y muchas ideas de cómo debería ser e intentamos plasmarlas en el vacío existente, con las limitaciones impuestas por este. Se trata, como siempre, de convertir las limitaciones en virtudes.

Lo primero es lo que nosotros esperamos de un espacio para trabajar, para trabajar a gusto, como en casa, buscamos la comodidad, la calidez, un espacio agradable para estar, para proyectar.

El espacio nos impuso una primera limitación, el tamaño. Esto no impide que intentemos aplicar los conceptos que nosotros tenemos de cómo debe ser y como debe funcionar un lugar destinado a este uso. Entendemos un espacio de trabajo como algo totalmente abierto, en donde se mezclan las distintas funciones, como ocurre en nuestra labor diaria, todos trabajamos juntos, en equipo, debemos estar juntos para hacerlo, debemos aplicar principios que tienen que ver con la “transparencia”, la “flexibilidad”, el “trabajo en equipo”. Por esto hay un único espacio, así sería también si la limitación del tamaño no existiese. Es en este caso el tamaño el que nos obliga a la optimización del espacio, todo está en una misma sala (transparencia y trabajo en equipo); el mobiliario se diseña para resolver varias funciones al mismo tiempo, la estantería-almacén dispone de un gran panel corredero que oculta lo que no debe estar a la vista, y varía su profundidad para albergar impresoras y equipos de música, la mesa se dimensiona para recoger puestos de trabajo en número variable y se diseña para ocultar los equipos en su parte inferior, liberando espacio en la parte superior, en la que cobran protagonismo los monitores (flexibilidad).

El otro punto fundamental es que todo esto se resuelva de modo que el resultado sea un lugar cómodo, agradable, cálido… como en casa. Para ello optamos por la “simplicidad”, la búsqueda de líneas amables, lo menos recargado posible, pero sin caer en el error tan habitual en las oficinas actuales de crear un ambiente frío, de líneas rectas y de ausencia de color, de ausencia de calidez. Al contrario, el color aparece en el local como un elemento fundamental, partiendo de un color neutro en todo el espacio, en suelo, paredes y techo, el gris, con tonalidades diferentes, introducimos una pared de color, introducimos el contraste, el rojo, que servirá de fondo a las exposiciones temporales de nuestras fotografías. El color aparece además, sin ningún miedo y sin prejuicios, en la multitud de  elementos necesarios para el desarrollo de los proyectos, equipos, carpetas, archivadores, libros, cajoneras…

La misma idea de simplicidad y calidez la llevamos al terreno de la luz, resolviendo la iluminación principal con una lámpara longitudinal que proyecta la luz sobre la mesa y hacia el techo, liberando este de elementos innecesarios. Como apoyo una luz indirecta baña la pared destinada a exposición.

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