Tras 8 años regreso de viaje al Ecuador, un país fácil a descubrir, económico, de gentes amables y paisajes deslumbrantes. Hoy me encuentro un país en claro progreso, pistas que han pasado a ser carreteras, ríos que ya se cruzan mediante puentes, calles más limpias, viejos autobuses en extinción, policías menos corruptos. Un joven gobernante ha generado expectaciones, alegrías y decepciones, una política más social, ricos que ya pagan impuestos, ayudas a la pobreza y a la construcción de vivienda, medidas que no gustan a todo el mundo, difíciles de controlar, pero que contribuyen al avance.
No existe un verdadero progreso sin el avance cultural, por ello la inversión en cultura suele ser la forma más lógica de facilitar el progreso. Como ha pasado aquí, el país avanza más rápido que la sociedad, ya no se pagan comisiones a la policía, sin embargo la gente prefería gastar uno o dos dolaritos en lugar de pagar una sanción económica por infringir la ley.
Regreso de viaje contento de ver un país que avanza por buen camino, aunque considero preocupante que la falta de planificaciones urbanísticas les está llevando a cometer los mismos errores que nosotros hemos cometido, playas paradisíacas, paisajes volcánicos, selvas primarias, que sometidos a la mano del hombre en una fase de claro desarrollo económico, acaben convertidos en auténticos desastres ecológicos. Aprendemos de los errores, pero únicamente de los propios.
