Roberto


¿Tres pasos para hacer deporte? o la necesidad del “dolce far niente”

Como profesor de “jinasia”, debo decir que escribir sobre mis deportes favoritos es algo tan tópico como el preguntar al biólogo  por qué de su bata blanca por los pasillos, al  matemático por sus suspensos, al de inglés sobre por qué no sabemos inglés…hablar sobre tu comida favorita, o tratar de entender el por qué cuando gana el “depor”, la gente va a trabajar los lunes más contenta… y en este plan.

Dicho esto, trataré de explicar sin adormecer a los lectores y disipando trivialismos dogmáticos , por qué es tan necesario realizar alguna práctica física, entre ellas cualquier deporte, como un medio que nos ayuda finalmente a ser más felices.( el fin es el camino).

LO PRIMERO es decir que antes que el deporte está EL JUEGO. Cuando éste se instrumentaliza e intitucionaliza, aterriza en aquél  y, como es natural, siempre estamos a tiempo de escoger uno u otro. Desde que nacemos jugamos, es más, para desarrollarnos, conocernos y explorar nuestro entorno “tiramos mano” del juego. Sin pensarlo. Y esto nos caracteriza del resto del mundo mundial animal, ya que a lo largo de nuestra vida, también la adulta, no dejamos de jugar. Como bebés, como niños, entre niños, como adultos, entre adultos, con nuestros amigos, también con los enemigos, con nuestros abuelos, con nuestros nietos… (¡Hasta los bancos juegan con nosotros!). Y lo hacemos porque de manera tan necesaria como inconsciente, matamos dos pájaros de un tiro. Profundizamos en nuestras intrínsecas necesidades tanto Hedónicas como Catárticas. Esto es, buscamos sin querer situaciones que nos conduzcan a momentos de placer, de felicidad y, tratamos de eliminar sustancias nocivas al organismo o de recuerdos que perturban nuestro equilibrio psíquico. (¡Vivan la Redes de Punset! y el “Homo Ludens” de Huyzinga).

LO SEGUNDO (teniendo en cuenta lo primero eh ¡)…la cosa de LA SALUD. Tratamos de desarrollarnos como personas en un marco de salud que perdure en el tiempo. Buscamos tener hábitos que potencien nuestra salud, que cuiden nuestro cuerpo como nuestra realidad más cercana. Lo buscamos  a lo largo de nuestra existencia por razones obvias. Enfermedad y felicidad no son compatibles. Esta salud no quiere decir correr los 100 metros en 10 segundos. Quiere decir pasear por el campo sin cansarnos, jugar con nuestros amigos con un mínimo de eficacia, subir las escaleras de casa sin “jurar arameo” … en definitiva, sernos útiles a nosotros mismos sin dañarnos.  Cosa que, por otro lado, según avanza la edad y esta brecha aumenta negativamente, al margen de estadísticas de longevidad  y calidad de vida, no es más que foco de infelicidades.

LO TERCERO. (Teniendo en cuenta lo 1º y 2º eh ¡)…La cosa ESTETICA. Parece demostrado que quien está “a gusto” con su cuerpo, quien logra asumirlo, resulta que es más feliz. Y desgraciadamente parece también estereotipado el tipo de cuerpo necesario para ser feliz según la industria publicitaria, o al menos para, socialmente, estar mas…digamos “socializado”. Esta última afirmación no debería aniquilar a la primera, ya que cualquiera de nosotros podemos asumir nuestro cuerpo, cumplir el primer y el segundo paso, ser felices y, aun así, no cumplir con los parámetros de belleza estandarizada. Quien tiene la cabeza amueblada lo ve claro, pero cada vez hay más gente infeliz con su cuerpo. Unos quieren cambiarlo a golpe de bisturí, y otros acudiendo al gimnasio como quien va al trabajo. Desde la “operación verano”:¿ cómo  meter el bañador del año pasado de nuevo en mi?, a los aumentos de pecho de regalo, pasando por las liposucciones,  hasta el culto al cuerpo musculado…Un desastre. Es probable que entre la vigorexia, la anorexia, la obesidad y problemas derivados,  rivalicen ya en el número de muertes  que hay por desnutricicón. En fin, administraciones educativas y médicas cada vez más preocupadas con nuestra salud, y en los “instis” cada vez menos horas de Educación Física.

FINAL. (por ahora) La cosa del ejercicio y del deporte. ¿Y cuál es tu deporte favorito? Pues mirad, teniendo en cuenta todo lo dicho hasta ahora, yo escogería uno o varios deportes o una o varias actividades físicas más o menos programadas. Que, de manera natural, me guste practicar individualmente y con amigos. Al nivel que mi capacidad me permita disfrutar. Que me suponga un factor de hábito perdurable cada semana y al paso de los años. Que me ayudara a lograr alguno de los puntos antes expuestos, vistos como un beneficio que repercute en mí, en mi estado de salud físico y psíquico, en mi felicidad, en mi calidad de vida… recordando que es compatible con cualquier fuente de conocimiento, desde las artes, las ciencias, las letras…y hasta el “fúbol”.

                                                           Roberto, Alcázar y Selín


Miserias universitarias 1

Soy un ciudadano post universitario, con ciertas inquietudes de seguir formándome de manera contínua como profesional, como persona. Como estudiante ya he pasado por la etapa, hace unos cuantos años, de dejar a un lado la crítica constructiva sobre la docencia en las facultades para centrarme en acabar la carrera de la manera más digna posible (no olvidemos que el control de la calidad de nuestros decentes docentes no es responsabilidad del alumnado y si de la institución que les paga, si es pública, con dinero de todos).Quedo perplejo de la falta absoluta de control sobre el trabajo diario de nuestros flamantes doctorados. Estoy indignado más que de la evidente falta de profesionalidad de muchos de ellos, de que esta ausencia se permita alegre, arbitraria e impunemente. Tanto el docente que se implica en su difícil función como el que no hace nada de nada, ambos cobran al final del mes. También de la indignidad creciente del oficio y en muchos casos de la inmoralidad que supone doctorarse no como proceso evolutivo decente/docente sino como mera salida profesional. Y una vez dentro (curioso que solo logren las plazas los allegados a la maquinaria localista) quien quiere trabaja y quien quiere no. En nuestras universidades se sigue dictando a los alumnos (mi mamá me mima… ¿voy muy rápido?), se siguen perpetuando los mismos apuntes año tras año, se permite a los profesores que quieran no cumplir sus horas de tutorías, acudir o no al centro al margen de sus clases, en muchos casos no merece la pena ni acudir y se compra directamente los apuntes o los libros que, en ocasiones, ellos mismos publican y cobran. Quien quiera puede pasarse días sin acudir al centro. Hay quien imparte tres o cuatro horas por cuatrimestre y en vez de utilizar el tiempo restante en mejorar sus clases, estás se repiten dogmáticamente año tras año, imperecederas, rancias, amarillentas…eso si, publicaciones por doquier, cursos, conferencias…conocimiento “asqueante” y febril pero puntos contantes y sonantes para mejorar, estabilizar o pluriemplear su situación. De la calidad de la enseñanza y en este plan nada de nada.
Luego pedimos más dinero para una universidad de calidad, pero sería imprescindible lavarnos antes las manos, bajar a las cloacas, y en vez de meter el polvo bajo la alfombra, abrir las ventanas y que entre aire, aire de renovación constante, de calidad educativa, de mejora, de cuestionamiento constante del conocimiento, de control de calidad, de implicación profesional porque de lo contrario, nuestros hijos recibirán la misma educación que nosotros y no mejor, porque de lo contrario a través de internet y la autoformación sobrarán todos estos puestos de trabajo que tanto dinero ya de por si cuesta mantener y, también, porque con esta “guisa”,no hay dios que se anime a sacar tiempo imposible de su vida para seguir formándose como ciudadano, sin más interés que ese.